Fight Club – Veinte años después
Hace ya dos décadas se estrenaría una película que, a pesar de contar con el talento de David Fincher como director y las actuaciones de grandes nombres como Brad Pitt y Edward Norton, sería mal recibida por la crítica y los cinéfilos de aquel entonces. El tiempo, sin embargo, la convertiría en una película de culto con fervientes seguidores y un polémico legado cinematográfico. El día de hoy echamos un vistazo nuevamente a Fight Club, entrega basada en la novela homónima del autor Chuck Palahniuk. Rompamos una vez más las dos primeras reglas del club de la pelea.
*ADVERTENCIA: Spoilers de la historia*
¿Qué es Fight Club?
El principio es simple. El club de la pelea es una organización clandestina donde muchos hombres se reúnen para pelear a mano limpia. Sus reglas dictan que las peleas deben ser uno contra uno, sin camisa ni zapatos y duran el tiempo que tengan que durar. Si un peleador se rinde o pierde el conocimiento, la pelea termina. La regla más importante es que los miembros no deben hablar del club de la pelea con nadie.
Te preguntarás cómo y porqué inició este club tan particular. Bien, su creador fue un hombre común con un trabajo de oficina quien padecía de un caso severo de insomnio. Al no poder dormir acudió a su médico, quien se rehusó a recetarle medicamentos al no padecer de ninguna enfermedad crónica ni nada parecido. En vez de esto, nuestro protagonista comenzó a acudir a grupos de ayuda para diferentes padecimientos como un “turista”. Ahí, rodeado de muchas personas con enfermedades y condiciones de salud severas, fue que finalmente pudo sentir un poco de calor humano y compasión, permitiéndole recuperar su sueño.
Cuando por razones que no arruinaré aquí no puede seguir yendo a estos grupos y su insomnio vuelve, conoce inesperadamente a Tyler Durden. Tyler tiene una personalidad completamente opuesta a él. A pesar de esto, rápidamente se hacen amigos gracias a las circunstancias y, por cuestiones menos casuales de lo que parecen, tienen una pelea. Esta corta pero significativa experiencia cambia la forma de pensar de ambos. Pronto comienzan a tener peleas semanalmente, causándose un notorio daño físico el uno al otro pero encontrando una gran catarsis en ella.
Al verlos, otros hombres se acercan y comienzan a participar. Es así como comienza un efecto bola de nieve hasta que docenas de personas se reúnen semanalmente a escondidas para participar en violentos enfrentamientos, sin otra razón o propósito más allá de liberar tensión.
Como puedes adivinar, este es sólo el comienzo. Poco a poco, Tyler escala la situación hasta alcanzar un nivel semi-apocalíptico para la ciudad entera. Liderando un grupo organizado de jóvenes (y no tan jóvenes) insatisfechos con su vida, trabajo y condición económica, Tyler crea un culto que busca sembrar inestabilidad en el orden social y político establecido a través de actos de vandalismo.
Esto es, a grandes rasgos, el guión de la película. Cargado de violencia, sexo y una buena dosis de discurso filosófico, Fight Club es una película muy idiosincrática de la época de finales de los años noventa.
Violencia, nihilismo y masculinidad tóxica
Fight Club no es una película ligera ni que encajaría exactamente en la categoría de películas de acción. En su argumento encontramos varios discursos filosóficos muy explícitos y acentuados con la persuasiva franqueza de Tyler Durden. Como joven creciendo en los noventas, este tipo de películas me alcanzó en la época perfecta para convertirse en una experiencia formativa. Volver a verla pasados los años es una experiencia interesante que brinda una perspectiva distinta.
Más allá de conocer el giro de la trama (uno de los mejores en la historia del cine moderno), verla nuevamente luego de dos décadas me deja algunas cosas qué pensar y un par de agradables sorpresas.
La diferencia más notable al experimentar la historia con unos cuantos años más encima es cómo se escucha el discurso de Tyler. La indoctrinación en él es evidente en retrospectiva, pero para la mente impresionable de mi yo pasado era fácil confundir el espíritu desprendido de su expositor con sabiduría bohemia. Esto no le resta sinceridad al personaje. Si tomamos en cuenta quien Tyler es y lo que representa, no podría ser de otra manera. Es por eso que muchos de sus preceptos nihilistas (nada de lo que hacemos o somos importa en el gran esquema de las cosas, parafraseando) son tan convincentes en el contexto social de la juventud trabajadora. Por ejemplo, citando uno de sus monólogos más memorables:
“Veo en Fight Club los hombres más fuertes e inteligentes que jamás hayan vivido. Veo todo ese potencial, y cómo se desperdicia. Maldición, una generación entera trabajando en gasolineras y restaurantes, esclavos de collar blanco. La publicidad nos hace desear autos y ropa, trabajar puestos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos del medio de la historia. Sin propósito ni lugar. No tenemos una Gran Guerra. Ni una Gran Depresión. Nuestra Gran Guerra es espiritual… nuestra Gran Depresión es nuestra propia vida. Nos ha criado la televisión para creer que un día seremos millonarios, actores de cine o estrellas de rock. Pero no será así. Poco a poco nos estamos dando cuenta de esto. Y estamos muy, muy enojados.”
Es curioso observar cómo el discurso se siente contemporáneo a pesar del tiempo que ha pasado. Si reemplazamos los trabajos mencionados por “empleados de call center” y la televisión por el internet, tenemos uno de los razonamientos pesimistas más frecuentemente expresados por las generaciones actuales, entre otros. Este es, evidentemente, el gancho argumental de la trama, dirigido tanto al espectador como a los demás personajes que componen el club. Explotando la insatisfacción y frustración de una demografía entera, Tyler y su no tan inocente copiloto venden una jerarquía de poder conveniente para ellos bajo el maquillaje de anarquía y libertad de las convenciones sociales. Esta última es tal vez la más interesante de las lecciones obtenidas al ver esta película tantos años después.
De estrenarse hoy, el ambiente social actual no sería muy apto para que las salas de cine proyectaran una película tan centrada en la violencia, anarquía y que a simple vista pareciera reforzar estereotipos de masculinidad tóxica. La discusión en redes sociales probablemente ocasionarían mala prensa para el estudio, el director y los actores. Esto es sin duda uno de los peores efectos secundarios del uso de la tecnología actual. Por más insidiosos y negativos que puedan ser los temas tratados por una película, su abierta discusión es siempre más importante que la sensibilidad de grupos que probablemente no tienen el interés de participar en esta.
La evidencia más clara es el nivel absurdo de opiniones hiperbólicas que tuvo recientemente el estreno de otra película que comparte muchas temáticas similares: Joker. La cobertura de la que muchos consideran “la Fight Club de esta generación” se limitó a un nivel amarillista. Se centró en los supuestos tiroteos que causaría (los cuales no sucedieron) y el presuntamente contagioso desbalance mental de su protagonista, el cual es conocido por fans y no fans de los cómics desde siempre.
Sin mayor interés por dar opiniones fundamentadas, un sector de la crítica se dedicó a atraer clics y crear controversia falsa, la cual parece ser la única forma de hablar sobre una muy buena película en la actualidad.
Legado
Fight Club ha envejecido como un buen vino. Algunas de sus referencias tecnológicas como el cine antes de la digitalización, el uso de teléfonos fijos y la absoluta carencia de internet o teléfonos móviles la arraigan innegablemente en los noventas, pero estos elementos son secundarios a la trama y no evitan que tenga relevancia su argumento. El director David Fincher ofrece un deleite visual en la forma cruda de retratar la violencia y el uso inteligente de CGI que incluso para estándares de hoy se ve sorprendentemente bien.
La influencia de Fight Club en otras películas y series de televisión es notable gracias a lo mucho que se le cita de forma casual cuando se habla de un grupo secreto con una misión clara. El ejemplo más directo de esto es Mr. Robot, una serie que toma inspiración directa de Fight Club, pero dándole un giro moderno a la historia de revolución clandestina. Como es de esperarse, la película tuvo una terrible adaptación a videojuego, además de una poco conocida secuela oficial a la historia, en forma de cómic.
A pesar de su poca recaudación en cines, Fight Club logró diseminarse entre los jóvenes gracias a su salida en VHS y DVD. Su efecto no se hizo esperar, y los rumores de clubs imitando la película comenzaron a circular por muchos lugares de los Estados Unidos. Algunos fueron probablemente exageraciones, pero otros cuantos definitivamente no.
Y a todo esto, ¿qué opina el autor de la novela? Palahniuk ha dado sus declaraciones al respecto aclarando que a pesar de que todo trabajo artístico es interpretativo, aquellos que glorifican la violencia que se describe en esta historia no están captando la intención satírica de esta.
Metafóricamente, puedo entender gracias a experiencia de verla nuevamente cómo el club de la pelea es sólamente un síntoma. Un medio de protesta que deja en evidencia uno de los temores más profundos de la juventud: el temor a no llegar a conocernos a nosotros mismos. Temor a desperdiciar nuestras vidas y a que todas las oportunidades nos pasen de largo. Temor a no tener ninguna experiencia valiosa por nunca atrevernos a romper el molde. ¿Qué otro significado puedo obtener? Lo sabré en unos años más, cuando esté visitando esta película nuevamente en algún medio de distribución que no podemos imaginar aún.