NAVIDAD: Crónicas de un gamer pobre
Navidad: alegría, familia, fiesta y en muchos hogares es sinónimo también de regalos y el mundo de videojuegos es propicia a ser una de las elecciones predilectas de los padres cuyos salarios dan cierto margen para poder costear una consola o un juego para aquel pequeño/a retoño que comienza a dar sus pasos en el mundo virtual.
¿Pero qué sucede en un hogar donde los videojuegos no son regalos habituales o simplemente «no da la cobija» -como decimos acá en mi tierra El Salvador- para costearlo? ¿Cómo vive estas fechas un apasionado de los videojuegos que sabe que no obtendrá de regalo un título del que ha oído, leído y hablado de que es bueno y es un «must have»?
Un poco de música para acompañar esta ocasión tan especial.
En esta ocasión quiero compartir con ustedes como yo vivía mis navidades durante mi niñez y adolescencia, cuando ya era un apasionado de los videojuegos pero que, como todo joven de 13 o 14 años no tenía plata para adquirir los juegos tan anhelados. Estoy seguro que muchos de ustedes se sentirán identificados, sobretodo aquellos que como yo en la familia era una posibilidad nula recibir algún videojuego como regalo durante las festividades.
Habiendo aclarado el objetivo del artículo, espero compartan con la comunidad cómo vivían antes sus navidades y qué métodos utilizaban para escoger títulos.
Para mí hay dos navidades y dos títulos que vinieron a causa de ellas que serán inolvidables: la del 2002 y la del 2005. Pero antes de entrar en detalles les daré un pequeño prólogo: en mi casa la navidad para mí significaba una cosa con la acumulación. Esperaba la suerte de que varios familiares me regalasen efectivo para comprar un título nuevo o viejo, ya que aquí los lugares eran (y son) unos timadores y el precio de los artículos jamás se devaluaba.
Algo realmente molesto en aquel entonces era que no existían la libertad del Internet y la factibilidad para conseguir juegos en lugares más seguros que los tianguis, mercados de pulgas o el famoso mercado negro (no hablo de juegos piratas, sino de un sitio de mala fama de mí país donde vendían artículos hurtados, que si bien a bajo precio, cargan por igual ciertos riesgos de los que hablaré más adelante).
Navidad del 2002
Importante navidad ya que un año atrás me había hecho de un N64 y había un título el cuál había buscado en todos lados para saber qué precio era el que más se acercaba a mi realidad económica y poder comprarlo, el llamado mejor juego de la historia y mi segundo Zelda favorito: The Legend Of Zelda: Ocarina of Time.
Ese año mi navidad estuvo extremadamente mal. Logré juntar nada más que 18 dólares y ver cómo mis sueños de adquirir ese juego se alejaban. Nintendomanía hablaba mucho de él y mis revistas de Club Nintendo, heredadas por un amigo mío que había fallecido un año atrás, hablaron de él por más de cuatro números seguidos.
Así que me rebusque por ese dinero, lo guarde en un rincón de mi cuarto esperando no gastarlo y poder juntar más dinero. Había encontrado diversas ofertas pero ninguna bajaba de los 35 dolares. Eso suponía todo un reto para mí juntar tanto.
Perdí toda esperanza de conseguirlo, hasta que un vecino fan de los juegos y con un par de años más que yo me planteo la opción de ir al centro histórico de la capital, a un lugar conocido como el Mercado Negro, donde llevaban artículos de dudosa procedencia para ser vendidos.
Ahorré la mayor cantidad hasta ese entonces que había poseído alguna vez: 25 dólares dispuestos a no volver con tal de encontrar el Zelda. Así pues una tarde de febrero al volver de la escuela, me dirigí rumbo al mercado negro, donde por 23 dólares encontré el preciado Zelda, donde otro vendedor quiso quitarme el juego para darme uno feo y quedarse él con mi reciente adquisición, donde al salir de allí un tipo me siguió diciendo que se lo vendiera; lugar nefasto del que tuve que salir huyendo prácticamente para abordar un autobús y dirigirme a mí casa a jugar. La situación estuvo tensa allí, sin embargo con los años volví a ese lugar, con más edad y con el afán de llevarme un par de joyas más a la casa.
Navidad del 2005
Esta navidad la recuerdo porque fue para mí el descubrimiento de una nueva saga que hasta el día de hoy me tiene fascinado y de la cual debo mucho tanto a Club Nintendo como a mi instinto. Corría el año del 2005 había comprado las revistas de ese año sobretodo la más importante que es la del E3. El año anterior me había hecho de quizá la mejor decisión de mi vida videojugabilística: Tales of Symphonia que decidí comprar en lugar de Final Fantasy Crystal Chronicles, porque:
¡Hey! Es un FF, debe ser bueno…
Más adelante en mi vida lo probé y resulto ser el peor título que alguna vez me haya atrevido a jugar. En fin, yo seguía pensando durante todo ese año en comprar el FF. Con mi bono navideño lo compraría ya que nunca bajaba de precio, pero la revista del E3 me hizo reflexionar y leí acerca de Fire Emblem: Path of Radiance, y pensé que sería este o FF: Crystal Chronicles.
Esa duda me tuvo inquieto hasta el día de noche buena donde tuve mucha fortuna y logre reunir 50 dólares, el equivalente a un estreno o juego reciente de ese año. Fui hacia el mercado de pulgas (yo ya tenía 16 años, por ende ya viajaba a locales de esa estirpe a comprar juegos), me dirigí en el que los últimos años me vendían juegos y pedí que sacarán ambos juegos de los mostradores.
Previamete, estuve alrededor de 10 minutos en una lucha interna recordando las revistas donde Club Nintendo hacía un A Fondo de los juegos. Ambas partes me las sabía de memoria pero no lograba dilucidar un ganador. Ambos juegos me llamaban la atención, hasta que mí instinto lo decidió algo en mí me dijo:
Viejo, Final Fantasy no es la única saga de RPG que existe. ¡Probá algo nuevo!
Sí, opté por el Fire Emblem de Game Cube, y no me arrepiento en lo más mínimo, de las mejores compras que pude hacer.
Esto amigos es lo que les quería compartir. Algo alusivo a estas fiestas y cómo antes de lograr tener un empleo, luchaba por obtener mis juegos favoritos y estudiaba la decisión de comprar X o Y juego. Para mí representaba una oportunidad que pocas veces se me presentaba y sé que como yo, hay muchos otros que hacían lo mismo y pensaban cuál juego sería digno para ser comprado, qué juego valdría nuestro sacrificio de no almorzar y de no gastar en las arcadias.
Espero sus impresiones y sí tienen anécdotas de esta época, háganlas llegar. Será gratificante para la comunidad saber cuáles eran sus metodologías de compra y quizá hasta de utilidad para la nueva generación de esos limitados por el dinero y que sueñan con adquirir grandes títulos y descubrir nuevas sagas.
¡Un saludo! Bueno, este artículo también lo decidí escribir ya que me enteré que Club Nintendo dejará de producir su revista en formato físico. Lo veo como una manera de agradecer de todo corazón por la información brindada. Mantengan ocupados sus pulgares, nos leeremos luego en mí próximo articulo.